Recientemente el Fondo Editorial Rionegrino (FER) editó el libro-albúm “La casa oscura” escrito por Alberto “Nito” Fritz e ilustrado por Marina Sorbello. La obra había sido seleccionada en el Concurso Anual 2021 que lanzó la editorial provincial, obteniendo el segundo premio en el género “Libros para infancias y adolescencias”.
Nito falleció hace poco más de un año y por lo tanto no llegó a ver esta edición en papel, al igual que otros libros de su autoría que conocimos en estos últimos meses. Obras póstumas que certifican que el escritor no sólo había sido muy prolífico en el último tramo de su vida –venía editando desde el 2017 prácticamente un libro por año, superando en número los publicados antes-, sino que tenía mucho escrito y proyectado para seguir sorprendiéndonos.

En una de las actividades de homenaje a Nito tras su partida, dije que “si hay alguien que no necesita palabras es él. Dejó una autosuficiencia pura de palabras en su inmensa obra poética (…) Nito sigue siendo un cuerpo que aún respira en la altura de sus poemas, de sus versos, que nada tienen que envidiar de tantos otros grandes poetas que admiramos del país y del mundo. Fuimos privilegiados al tener aquí cerquita un poeta de ese nivel. ¿Quieren palabras? Vayan y léanlo, hay mucho”. El amigo nos dejó pero sigue respirando también en tres obras póstumas que ya dieron a luz, primero “El viento sopla en el espíritu”, luego “Tathagata” (un proyecto multimedia interdisciplinario compartido entre Nito Fritz –poesía-, Oscar Jara –música- y Adrian Tubio -.dibujos-) y ahora “La casa oscura”, con una edición muy cuidada, una gráfica que pone en valor las hermosas ilustraciones -interpreto que con la técnica del collage- de Marina Sorbello al poema en tres partes –cuyos versos se van revelando página por página- escrito por Nito.
Cuando se hizo pública la aparición de “La casa oscura”, en la entrega de los libros por parte del FER, Marina Sorbello, acompañada de quien fue compañera de Nito, Miguelina Lariguet, dijo que “es una gran emoción recibir este libro. Fue una propuesta de Nito, que desde el primer momento que vio mi trabajo me dijo que tenía que hacer este libro” y agregó que “me llena de orgullo celebrar esta obra y la vida de Nito”.
Miguelina expresó además que el autor “deja como obra póstuma una obra increíble, él estaría muy contento de ver este libro finalizado. Nito fue un poeta y escritor sensible de la palabra, fue una figura de gran importancia de la cultura rionegrina”.

La escritora y amiga Liliana Campazzo escribe en la contratapa de este libro-álbum: Una casa de letras aguarda el nombre de Alberto Fritz, allí toda palabra resplandece, hace chispa, alumbra. Alberto Fritz, el poeta, leía en voz clara y daba eco esa voz. ¿Y dónde vive el eco? Pregunta la infancia de todos los tiempos, en el ángulo de dos hojas de este libro. Allí vive el eco de la voz del poeta. La guardó para después. Las encontramos en La casa oscura, chispas de su voz. Para siempre. De atrás se oye su nombre en boca de su madre que dice… “la felicidad es cosa de niños”.
¿Qué me generó “La casa oscura”? Primero hay que decir que no es poesía ilustrada, es una obra donde son inseparables el poema y las ilustraciones, y la edición tiene, como adelanté, una calidad en el diseño -en el tipo de papel y en los colores- que pone en el valor que se merece a esa unidad.
No me parece que el poema se encuadre en el género de “Libros para infancias y adolescencias”, sino que está anclado en un lenguaje adulto. No porque un niño o una niña, una adolescente o un adolescente, le esté vedado el acceso a los significados de los versos de “La casa oscura” o no los pueda atrapar su ritmo y su musicalidad al momento de leerlos. Obviamente que también pueden disfrutar esa unidad de las palabras con las bellas ilustraciones de Marina Sorbello, de la misma manera que un adulto puede pensar, disfrutar o conmoverse con literatura estrictamente dirigida a un público infantil o joven. Pero “La casa oscura”, que tiene tres partes, “La casa oscura”, “Las formas heredadas” y “El fuego de los fuegos”, aunque mencione a los niños, tiene el espesor de un lenguaje de adulto y para adultos. Hay un desarrollo idiomático que supera el de una literatura para infancias y adolescencias.
“La casa oscura” me despierta resonancias profundas en el pensamiento e interior, como otras poesías de Nito que en lo esencial constituyen una mirada sensible, existencial en muchos casos, de las experiencias propias y del hombre en general, de la naturaleza y de las cosas.
Como dice Liliana la casa de “La casa oscura” alberga el eco de la voz del poeta, “allí toda palabra resplandece, hace chispa, alumbra”. ¿Por qué entonces oscura, le pregunté a Liliana? Me respondió que “cualquier casa de cualquier poeta es oscura y uno escribe para dar a luz, para iluminar por medio del lenguaje ese espacio oscuro”.

Heidegger decía que la poesía es la casa del ser. Si bien el filósofo primero escribió que el lenguaje (que se da con el pensar) es la casa o morada del ser, comprende después que la poesía es el único modo de desvelar al ser; es la apertura al ser. Heidegger fue un filósofo que encontró en la poesía el único modo de pensar. Nito fue un poeta que encontró en sus versos una manera de filosofar. Cuando escribí el prólogo de su libro “Lo que queda del alba” (Vela al Viento Ediciones Patagónicas-2017) me tomé la tarea de interpretar algunos de sus poemas en clave filosófica –soy un cultor aficionado de la filosofía si se quiere, aunque la considero esencial para mi devenir-, entendiendo que su poética transitaba por esos andariveles. Y él, más allá de la complacencia del amigo, me reconoció que de esa manera había entendido el sentido de muchos de sus poemas, un sentido existencial. Como los filósofos Nito solía hacerse preguntas como si fuera el primer hombre.
“La casa oscura” es la casa de la poesía, es la casa del ser. Entiendo la metáfora de Nito y de la lectura de Liliana en calificar a esa casa de palabras, esa casa que alberga el eco de la voz del poeta, como oscura. Pero no deja de hacerme ruido. La metáfora se entiende en clave de Heidegger, pero también de Nietzsche, sobre todo en la frase, poética como muchas sentencias de Friedrich: “Aún tenemos que albergar el caos en nuestro interior para dar a luz a una estrella danzarina”. Si hubiera cosmos, equilibrio, luminosidad, y no caos, oscuridad, no habría necesidad de perseverar en el ser para alcanzar “una estrella danzarina”. Y hay que albergar el caos porque las cosas realmente importantes cuestan. La casa del poeta es oscura porque escribir poesía cuesta. En poemas de varios libros Nito define precisamente que no es tarea fácil encontrar una voz poética. En “Fragmentos de un diario de mar” el autor reconoce que es una tarea ardua crear un diálogo entre sordas palabras, y por eso desde ese espacio se regresa con dolor. En “Lo que queda del alba” habla del cuerpo abandonado a la voz poética, el cuerpo debe ser el perro tras el hueso de la palabra, no importa qué se ponga en juego, si el propio cuerpo paga esa búsqueda, porque el poeta ingresa al laberinto para ser Teseo o comida del Minotauro. En “Ahí detrás” afirma que no hay ganancia en la palabra, salvo “escuchar de a ratos una música y ser el exacto silencio que esa música precisa”.
¿Por qué entonces me sigue haciendo ruido lo de la casa “oscura”? Y más aún cuando a medida que uno avanza en el libro en esa casa, en lo alto de esa casa, se reúnen la mañana y la luna; la casa recibe a niños con la condición que sepan que la felicidad es cosa de niños; en el altillo hay un unicornio de nieve que espera la primavera; en la sala una gran mesa acoge flores de dicha; su corazón, el corazón de la casa, inventa nada más ni nada menos que secretos y, entre otros, la canción que se canta en la casa oscura es la risa. Las ilustraciones juegan con colores donde suelen predominar tonos marrones y ocres, más cercanos a lo oscuro que a la luminosidad, pero en correspondencia con el texto –insisto que es una unidad el libro- hay chispazos de colores-, hay representación del contenido o significados de los versos en tonos más cálidos y hay colores más vivos en la segunda parte, en “Las formas heredadas. Los collages me generan el mismo ruido o duda respecto a lo terminante de decir “oscuro”.
Quizás porque simplemente para mí una casa capaz de parir versos, de sacar a la luz lo importante que el poeta tiene necesidad de decir, aun cuando se trate de cuestiones tristes o dolorosas, angustias o pesares, que creo que no es el caso de este libro-álbum del que hablamos, nunca puede ser oscura. Lo oscuro puede ser fácil encontrarlo afuera, en la realidad, donde es común chocarse con lo desagradable, con personas y cosas que se ponen en nuestra contra, con esa faceta “sucia, desilusionada y yerma” que en el juicio de Herman Hesse suele tener la realidad. Ser poeta, ser artista, creo que constituye una alta y bella razón de vivir. ¿Por qué entonces esta casa va a ser oscura?
Sin dilucidar todo el poema, no quiero dejar de reflexionar sobre algunos versos potentes de la tercera parte, “El fuego de los fuegos”. Escribió: “La casa me contó: si hubiera un bosque también un lenguaje”. Aquí también me llega el eco de Heidegger de su “Los caminos del bosque”, donde reflexiona, entre otros contenidos, sobre el arte, el lenguaje, la poesía, reiterando allí que en términos filosóficos “el propio lenguaje es poema”. Heiddeger explica de entrada el por qué del título del libro: “En el bosque hay caminos, por lo general medio ocultos por la maleza que cesan bruscamente en lo no hollado. Cada uno de ellos sigue un camino diferente pero siempre dentro del mismo bosque. Muchas veces parece como si fueran iguales pero es una mera apariencia”. El camino es el lenguaje, es el claro dentro del bosque. La poesía acontece en el lenguaje, dice Heidegger, “porque éste conserva la esencial originaria del poema”. Se trata entonces de “poetizar dentro de ese claro”. El “si hubiera un bosque también un lenguaje” de Nito es en términos de Heidegger que si hay un bosque hay caminos, hay claros, hay lenguaje que se debe transitar en la tarea de poetizar.
A aquel verso le siguen otros de una gran hermosura: “El corazón de la casa oscura inventa secretos. Si eres tú, la gema: ¿Por qué brilla con tanta intensidad el halo del cometa? Las siete hermanas que se visten de azul, ¿cuidan la noche del labrador?” Aun cuando la casa sea la casa del poeta y la poesía la casa del ser, ¿por qué hay más intensidad en las luces del cielo, en el halo del cometa, o en “la saga de las siete hermanas”, es decir, las siete estrellas, las Pléyades mencionadas en tantas culturas y en grandes obras de la literatura como La Illiada y Don Quijote de la Mancha, guía de los navegantes y por qué no cuidadoras de la noche del labrador? La insatisfacción del poeta quizás que me recuerda otro poema de Nito donde se pregunta algo así como qué poeta no querría que el poema alcance algo tan maravilloso como arder en la noche apenas minutos.
Más allá de estas disquisiciones “La casa oscura”, como toda la obra de Nito, es una gema más de todo el corpus de su obra, parafraseando que el mismo definiera su amor a la palabra como el de “limpiar una piedra hasta convertirla en diamante”.