(Por Bianca Ruggia para Ser Argentino).- La radiestesia o rabdomancia es un conocimiento ancestral y milenario utilizado por miles de comunidades para encontrar fuentes de agua natural debajo de la tierra. Se trata de una actividad pseudocientífica en la que se utilizan como indicios los estímulos eléctricos, electromagnéticos, magnetismos y radiaciones para identificar fuentes de agua dulce.
Por lo general, la rabdomancia se lleva a cabo con artefactos sencillos como péndulos o varillas que reciben y amplifican la capacidad de magnetorrecepción del ser humano. Esta técnica se utiliza para reconocer dónde cavar y construir pozos de agua o aljibes. Sin embargo, también llegó a utilizarse para la búsqueda de petróleo. Si bien se trata de una práctica milenaria, hoy en día escasean sus aficionados.
A pesar de la falta de rabdomantes, en las tierras de Córdoba vive Don Britos, un hombre que a lo largo de su vida fue desarrollando esta particular habilidad. La rabdomancia lo convirtió en una especie de superhéroe, ya que su técnica para buscar agua debajo de la tierra roza lo paranormal para quienes no conocen este arte. Sin embargo, se trata de un oficio con miles de años de antigüedad.
Don Britos
Este hombre nació en las tierras de Atos Pampa, una localidad ubicada en el camino a las Sierras Grandes, en el Valle de Calamuchita. Desde hace años se dedica a la rabdomancia y su oficio lo convierte en una personalidad clave en su comunidad. La rabdomancia consiste en detectar vertientes de agua que yacen debajo de la tierra, sin perforaciones previas y con elementos accesibles como varas de sauce verde u otro material. Esta técnica requiere de una habilidad especial para aprender este conocimiento ancestral, pero también de la sensibilidad de escuchar las ondas y los elementos de la Tierra cuando hablan.
Don Britos trabaja con una herramienta diseñada por él mismo: una vara de sauce, unos alambres y unas maderas sensibles a los cambios de temperatura. Con este desarrollo sencillo, pero eficaz, recorre todo el territorio para identificar dónde se encuentran -y a qué distancia- las napas de agua.
Conocimiento ancestral

Al tratarse de una pseudo ciencia que no requiere de alta tecnología, muchos desconfían de la rabdomancia. Don Britos lo sabe, sin embargo, confía a pleno en su oficio y sus capacidades. Sobre esto, el rabdomante cuenta:
“Muchos me dicen que soy un gran mentiroso. Mentiroso me dicen, y yo no les digo nada, porque mientras todos tienen agua, hablan fácil, pero cuando la cosa escasea… ¿A quién buscan? ¡A Don Britos! Y entonces ya no es más mentira, pero bueno… siempre van a hablar de uno»
La técnica ya fue utilizada y comprobada por cientos de familia. La habilidad y conocimiento de Don Britos, se comprueban pragmáticamente. Este “hombre del agua”, como lo llaman en el pueblo, aprendió la rabdomancia hace muchos años. Se la enseñó “El Alemán”, un sabio que supo compartir su conocimiento, porque supo quién lo iba a escuchar.
Este maestro le explicó a Don Britos que, así como el árbol y sus ramas buscan el agua, el hombre también podría hacerlo. Con simpleza, conexión con la naturaleza y sensibilidad, se tomó el tiempo de ofrendar sus saberes al Don Britos de solo 20 años. Con práctica y dedicación, finalmente, el conocimiento de El Alemán encontró su heredero.
No es magia
Si bien lo maravilloso del asunto nos lleva a pensar en fenómenos paranormales, Britos se encarga de aclarar que no se trata de un superpoder:
«Yo no me creo lo de los superpoderes mentales ni esas cosas. Este es un método que yo aprendí y me ayudó a conocer la sensibilidad del asunto. A mí no me pasa nada en la mente ni nada de eso, es sencillo: las herramientas me ayudan a encontrar las napas de agua, me sirven como de antenas. Me pongo a buscar y listo… Así es nomás»
Así como explica que se trata de un oficio, también cuenta que cada elemento es más sensible que otro, por lo que se utilizan diferentes en cada terreno. Sobre el proceso de identificación del agua, explica:
“Se va caminando con la varilla tomada con ambas manos por todo el terreno y se siente que pasa con el material. En algunos lugares uno se para y siente que pasa. Si la vibración es débil uno se arrodilla y puede captar un poco más. Si no se sigue andando buscando más energía. Y, al rato, aparece. Entonces allí está el movimiento. Si me quedan dudas puedo cambiar de varilla pero por lo general no me falla. Si elijo la vara de madera es madera, sino es de alambre. Depende. La cosa es que el agua aparece”
Una vez que se identifica dónde están las napas, el rabdomante puede estimar la profundidad aproximada. Allí, se cavará un pozo y, finalmente, un hogar podrá acceder al agua natural. Esta técnica se utiliza hace cientos de años, sin embargo, ya no hay tantos eruditos de esta actividad como hace tiempo. Por eso, difundirla, reconocerla y reivindicarla se vuelve necesario.
El arte de encontrar el agua
Es necesario difundir este oficio, porque son pocos quienes adquirieron este conocimiento, y se trata de una habilidad única, extremadamente necesaria. El oficio se encuentra en peligro de extinción, y sobre esto, Don Britos reflexiona:
«Ahora todo es distinto. Se perdió el tiempo, tener tiempo, digo. Y esta habilidad necesita tiempo. Si no, ¿Cómo va a hacer para encontrar el agua? ¿Con qué aparatos? Esta forma es segura, lo sé desde hace mucho, pero quién va a querer aprender. Ya quedamos pocos…» Mientras exista la humanidad, la rabdomancia será de gran ayuda para encontrar la fuente de vida. Por eso, conocer la historia de Don Britos y su oficio, se vuelve una tarea indispensable.