Llegó a caballo a 3000 metros de altura adonde los animales encuentran los pastos más tiernos que dejó la nieve. Y documentó para la televisión, por primera vez en la historia de la Patagonia, la bajada hacia sus viviendas.
Subir con sus animales y con lo necesario para vivir durante varios meses en las alturas de la cordillera, se llama en el norte neuquino la “veranada”. Esa práctica ancestral de los crianceros responde a la necesidad de que sus chivos, ovejas y algunos vacunos puedan aprovechar los pastos tiernos que dejó la nieve. Luego, poco antes del otoño, regresan a sus viviendas en las zonas más bajas, adonde pasan todo el resto del año.
Esa trashumancia es un sello distintivo de la cultura productiva de buena parte de la zona cordillerana del Neuquén y emparentada con similares que se realizan en Europa, especialmente en España.
Juan Rubilar es un comunicador social que tiene programas de radio los sábados y domingos por la mañana, desde hace quince años y también incorporó un espacio televisivo para mostrar las tradiciones y la vida en el campo de la Patagonia. Junto a sus hijos Nicolás y Leandro, armaron un equipo para difundir y comunicar especialmente a quienes habitan las zonas rurales de nuestro sur argentino. Comenzaron en emisoras de Frecuencia Modulada y luego lo hicieron en la de Amplitud Modulada (AM 550 La Primera) que además tiene transmisión televisiva a través del Canal 24/7 Noticias de Neuquén.
La red de emisoras que repiten su programa radial “Entre espuelas y guitarras” no sólo abarca desde La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut y Santa Cruz, sino también de otras provincias argentinas, de Chile y de Uruguay. Por su trayectoria ha sido reconocido con muchos premios regionales y nacionales, entre los que se destacan el “Gaviota de Plata 2021”; por su labor como programa radial Folclórico Tradicionalista Sureño, el Faro de Oro 2019, muchos otros reconocimientos y las declaraciones de interés cultural por parte del Consejo Deliberante Neuquino y la Legislatura provincial.
En plena cordillera
Pero Rubilar tenía en mente, además de los programas de fin de semana, poder vivenciar y grabar el proceso de arreo de animales cuando los crianceros descienden de las alturas de la cordillera y lo hizo, transformándose en uno de los primeros testimonios patagónicos del fin de la “veranada”. Para eso se puso en contacto con la familia Parada y llevó a cabo un trabajo de logística para llegar hasta el lugar de partida, equiparse de lo necesario para las filmaciones y los registros y agregar todo lo necesario para la travesía.
Rubilar señaló que esta vivencia “no me la voy a olvidar nunca, había tenido la experiencia de acompañar un arreo hace unos años en época de primavera, cuando el trashumante, el campesino sube a los campos de veranada, pero no había tenido la oportunidad de documentarlo”. Agregó que en esta oportunidad sí lo hizo al culminar esa etapa y registrar la bajada. Durante 14 días recorrió la zona de Ailinco hasta Cortaderas “muy cerca del límite con Chile”, en el llamado Alto Neuquén, “un lugar al que sólo se puede llegar a caballo” y donde se encuentran las vegas y pastos de verano “a casi tres mil metros de altura”.
El recorrido desde la zona de veranada hasta el de invernada (adonde viven casi todo el año) de la familia Parada hay unos 300 kilómetros donde se deben sortear todo tipo de geografías y también de condiciones climáticas, especialmente en lo que fueron las jornadas de fines de marzo cuando Rubilar acompañó y documentó el arreo.
Entre las múltiples vivencias –que cuenta en la entrevista que acompaña la nota y en los programas especiales de la emisión “Tiempos Idos”-, relató las pocas horas de sueño de los crianceros, por cuanto a la noche no siempre se encuentran lugares para encerrar a los animales y éstos pueden quedar a merced de predadores como pumas o seguir su recorrido sin parar.
También que en algunos sectores del arreo se encuentran con refugios construidos por ellos y otros trashumantes adonde pueden guarecerse de las inclemencias del tiempo, pero en otros eso no existe y deben permanecer a la noche “durmiendo a la intemperie, sobre el recado”. Una noche en especial recordó Rubilar cuando en esas condiciones comenzó el fuerte viento, luego la lluvia y luego la helada lo que fue uno de los desafíos más fuertes que tuvo la travesía.