La Patagonia, sembrada de distancias y desafíos, se convirtió en el epicentro de una epopeya aérea que marcaría el destino de una región. Los valientes pioneros del cielo, con sus aviones y su pasión por el vuelo, dejaron un legado que perdura.
El inicio de una leyenda
Los inviernos implacables de nuestra vasta y salvaje Patagonia, nos transportan a un tiempo lejano, a los inviernos de hace casi 90 años, donde la aviación era un sueño que desafiaba a la naturaleza. En escenarios imponentes, con distancias abrumadoras. Fue en 1927 que nacía Aeroposta, marcando así el inicio de una leyenda. La región se desplegaba como un lienzo blanco de hielo y nieve, donde hubo valientes pioneros del cielo dispuestos a conquistarla.
Las imágenes de aquellos años nos muestran una realidad en la que los patagónicos se reflejan con orgullo. La generación de entonces sufrió, pero también allanó el camino para el progreso. La aviación no solo trajo nuevas rutas de comunicación, sino también un espíritu indomable que se transmitió de generación en generación.
En la geografía agreste de la Patagonia, las ciudades eran oasis en medio de la inmensidad. Trelew, Comodoro Rivadavia, Río Gallegos, Río Grande, eran solo algunas de las paradas en el viaje de Aeroposta. Cada escala, un desafío para los pilotos.
En la década del ’20, la Patagonia recibía a valientes exploradores que buscaban campos de aterrizaje. Pero en 1927, con la creación de Aeroposta, llegaron aviones de mayor envergadura, capaces de desafiar vientos de hasta 200 kilómetros por hora y burlar la nieve. Los pilotos, verdaderos héroes, utilizaban, por ejemplo, vehículos como anclas para evitar que los aviones se volcaran en tierra por el viento una vez en tierra.
Las escalas se convirtieron en pequeñas comunidades de apoyo. Mecánicos, auxiliares y voluntarios sostenían el sueño del vuelo. Los motores se resguardaban en hangares improvisados para evitar el congelamiento. Cada mañana, con determinación y coraje, los pilotos continuaban su viaje, asegurando que la correspondencia, objetivo principal de la línea aérea, llegara a su destino.
La llegada de un avión en esas alejadas poblaciones no era solo un evento social, era una conexión con el mundo exterior en una Patagonia sembrada de distancias abismales. Los diarios llegaban con días de retraso, pero el impacto de su arribo era indescriptible. La gente se reunía para recibir noticias de Buenos Aires, Bahía Blanca y más allá.
Aeroposta no solo rompió el aislamiento de la Patagonia, sino que también contribuyó al progreso de la región. En tiempos de crisis, la comunidad clamó por su rehabilitación, donde valientes patagónicos tomaron las riendas del reclamo.
Los aviones
Los aviones utilizados para el transporte de pasajeros y correo fueron verdaderos protagonistas en la apertura de rutas hacia el sur de la Patagonia argentina. Algunas de estas aeronaves que se encuentran en museos, tenían la capacidad de llevar hasta cuatro pasajeros, y contaban con un compartimento trasero destinado al transporte de correo. La entrada principal para los pasajeros era la puerta más grande, mientras que en la parte trasera se encontraba una puerta más pequeña para el acceso al compartimento de carga.
Volar en estos aviones no era tarea sencilla. El piloto subía por el lado izquierdo, de forma externa, y una peculiaridad de estas aeronaves era una pequeña puerta cerca del piso de la cabina. Esta puerta permitía el intercambio de notas escritas entre el piloto y los pasajeros, ya que el ruido del viento y el motor hacían imposible la comunicación a viva voz. El piloto y los pasajeros enfrentaban las inclemencias del clima con bufandas y abrigos, soportando el frío extremo de la zona.
Este detalle ilustra la valentía y la determinación de aquellos pioneros del cielo que, a pesar de las adversidades, abrieron las puertas de la Patagonia al mundo y conectaron a sus habitantes con el resto de la Argentina, uniendo distancias y forjando un legado que perdura en la historia de nuestra región.
Los herederos
La epopeya de Aeroposta siguió evolucionando, cambiando nombres, y contribuyendo a la formación muchos años después de Aerolíneas Argentinas. Los pilotos, herederos de esta pasión por el vuelo, continuaron forjando la historia.
Los aeroclubes se convirtieron en guardianes de esta pasión, con “viejos” pilotos de Aeroposta ocupando roles importantes en sus comisiones directivas. En cada ciudad patagónica, surgieron nuevos precursores de la aviación, cuyas hazañas quedaron grabadas como leyendas.
Hoy, un proyecto llamado «Patagonia Escala y Pasión por el Vuelo» se esfuerza por rescatar esta rica historia. Se busca que la UNESCO declare este legado como patrimonio de la humanidad, una forma de honrar a quienes forjaron el futuro de la Patagonia desde los cielos. La epopeya continúa, y la Patagonia sigue siendo testigo de hazañas que desafían los límites del cielo y la tierra.
Aquí compartimos la entrevista que realizó el periodista Sergio Sarachu al historiador aeronáutico y piloto, Pablo Marcelo Arbeletche, en directo desde Trelew, sobre la historia de la Aeroposta, por la radio neuquina AM 550 y el canal 24/7 Noticias: