El entrenamiento, las armas y el coraje que pusieron de manifiesto las tres fuerzas armadas en la defensa antiaérea para mantener operativa la base aérea quedó en la historia. Aquí una entrevista con el VGM Daniel Villena, que estuvo allí.
El primero de mayo de 1982, en la oscuridad de las 4.42 de la mañana, “sentimos que comenzó verdaderamente la guerra”, indicó el Veterano de Guerra (VGM) Daniel Villena, en nuestro espacio Ruta Nacional Malvinas. Allí se produjo el ataque por parte del avión Vulcan XM 607, bombardero de gran altura perteneciente al Escuadrón 101 de la Real Fuerza Aérea (RAF), que lanzó 21 bombas de 1000 libras cada una sobre la península del aeropuerto de Puerto Argentino.
Separados en dos grupos de 32 hombres, allí estaban defendiendo ese espacio Daniel Villena que “por aquel entonces, en el año 1982, yo tenía 22 años y estaba desempeñándome como suboficial en la carrera la fuerza aérea argentina y mi destino era en la novena brigada aérea con asiento en Comodoro Rivadavia provincia del Chubut”. Había llegado en enero de ese año.
A nuestras Islas Malvinas, Villena y sus hombres fueron enviados con el objetivo de defender las instalaciones y la operatividad del aeropuerto malvinense, algo que lograron «hasta el 13 de junio a las 20 cuando salió el último avión» antes del final del conflicto el 14 de junio de 1982.
“Nosotros fuimos la segunda unidad militar de fuerza aérea que llegó el mismo 2 de abril, tras producirse la recuperación por parte de los buzos tácticos y la agrupación de comandos anfibios y todos los movimientos que hizo la Operación Rosario con parte del Regimiento de Infantería 25 y los aciertos de la flota de mar de la Armada Argentina. Nosotros llegamos a las 11 de la mañana”, indicó.
A partir de allí, se comenzó con un incesante movimiento aéreo en el aeropuerto, especialmente para la llegada a la isla de armas, pertrechos, medicamentos y todo tipo de artículos que para acelerar esos aterrizajes y despegues se realizaban cadenas de hombres pasando de mano en mano lo que llegaba, recordó Villena.
Aquel primer bombardeo a la madrugada encontró a uno de los grupos de 32 hombres durmiendo en sus carpas, tras hacer la guardia, mientras que el resto vigilaba las instalaciones y la península donde está ubicada la estación aérea, hasta el faro San Felipe. Villena relató en la entrevista que acompaña esta nota que “si bien a quienes estaban descansando sorprendió ese primer bombardeo, también fueron beneficiados por la Divina Providencia de Dios porque el bombardeo vino de un vuelo directo con un avión de largo alcance y lanzó más o menos 12 toneladas de explosivos diseminados en 20 bombas de 500 kilos. El piso y el terreno nos ayudó porque se enterraban las bombas y la onda expansiva el 50% se iba hacia abajo y el 50 por ciento hacia arriba, porque sino las bajas habrían sido muy superiores a las que ocurrieron el día primero de mayo a las 4 de la mañana”.
Ese primer bombardeo a la madrugada lo realizó un avión británico que había despegado de la isla Ascensión y en un vuelo de 5.600 kilómetros fue reabastecido más de diez veces en el aire. Se trató de la operación aérea más importante realizada después de la Segunda Guerra Mundial. La máquina fue detectada por nuestros radares de vigilancia aérea (más de 300 kilómetros de alcance), pero no entró dentro de las posibilidades de los sistemas propios de armas antiaéreas, que tenían un alcance máximo de 6 kilómetros.
“Ahí tomamos conciencia de que comenzó la guerra, nos bañamos de adrenalina y de estrés y a partir de ahí entramos en la situación de guerra y no la desinstalamos de nuestra mente hasta que no terminó el día 14 de junio”, recordó Villena.
A las tres horas, específicamente a las 7.45 y a las 8.25, se produjeron los ataques de entre ocho y nueve cazabombarderos Sea Harrier que lanzaron bombas de 250 libras y destruyeron depósitos de combustibles del aeropuerto.
Villena recordó que “fueron ocho o nueve aviones los que atacaron y yo pude divisar que tres de ellos se perdían en el mar con humo negro en la cola” alcanzados por la defensa antiaérea que había montado la Argentina, con armas de las tres fuerzas armadas en conjunto. En las Islas se contaba con dos radares de adquisición de blancos aéreos (uno del Ejército y otro de la Fuerza Aérea) con más de 300 kilómetros de alcance. El principal y moderno sistema de armas (cañones, misiles y radares de tiro) pertenecía al Ejército: misiles Roland (6 km), cañones bitubo Oerlikon-Contraves de 35 mm (4,5 km) y misil portátil tierra-aire Blow Pipe (3,2 km).
La artillería antiaérea fue la unidad que sufrió los mayores muertos en un sector de 18 kilómetros comprendido entre la península del aeropuerto (al este) y el cerro Sapper Hill (al oeste). Fueron un oficial, tres suboficiales y cinco soldados. En esa zona estaban ubicados las instalaciones logísticas, los principales Centros de Comandos, los regimientos de infantería (RI 3, RI 6 y RI 25), la artillería terrestre (GA3 y GA4) y una parte del Batallón de Infantería de Marina 5.
Las pérdidas británicas fueron del orden de los 14 aviones (12 entre el 1° y el 30 de mayo, y 2 los días 1°y 8 de junio), todos derribados por los sistemas de Armas del Ejército, y treinta helicópteros en distintas circunstancias. Al respecto, la revista francesa especializada Armada Internacional expresó en una nota de enero de 1983: “Siempre se supuso que para las fuerzas del Tercer Mundo, con modestos recursos en efectivos competentes, el entrenamiento plantearía serios inconvenientes. No obstante, parece ser que en lo que respecta al sistema Oerlikon-Contraves de 35 mm y al (radar) Sky Guard, las tropas argentinas estaban perfectamente capacitadas y emplearon eficientemente sus medios”. Por su parte, el estadounidense Thomas Milton dijo: “Los argentinos, con medios inferiores en número y calidad, demostraron una peligrosidad tal que obligó a los británicos a volar a gran altura, fuera del alcance de los misiles y cañones antiaéreos”.
La entrevista completa con el VGM Daniel Villena se puede compartir aquí: