El seguimiento satelital se utiliza para profundizar los estudios en distintos lugares de la Patagonia e incorpora información que antes no se tenía. Así lo hacen.
Los estudios científicos sobre diferentes especies de animales patagónicos han logrado profundizar su información a través de la utilización de sistemas de seguimiento satelital que hasta hace pocos años no se tenía. Los datos que aportan los GPS incorporados permiten conocer sus hábitos cotidianos, sus recorridos y también las amenazas a las que se ven expuestos. Además de las rutas migratorias que realizan aves como el cauquén colorado (que se traslada todos los años desde el sur bonaerense hasta Santa Cruz y Tierra del Fuego), otras especies como las ballenas, los cóndores y los pumas, también son evaluados a través de esa tecnología.
Los pumas “Pepito” y “Charly”
Uno de los proyectos se lleva a cabo en el Parque Patagonia (Santa Cruz) donde los pumas son monitoreados para evaluar sus comportamientos, desplazamientos y su dieta. Una de las críticas más generalizadas de productores y crianceros de la zona es que esos animales ingresan a los campos para atacar a las majadas de ovejas. Pero según informó el director científico de la Fundación Rewilding Argentina, Emiliano Donadío, se demostró que esto no es así.
Indicó que el primero de los pumas monitoreados, llamado “Pepito”, fue en 2019 y se trató de un macho de entre 3 y 4 años y unos 60 kilos de peso, a través de un collar con GPS que “toma un punto cada 3 horas, 8 por día, y los envía por satélite. Nosotros lo que hacemos es analizar esos puntos en un mapa, lo que nos permite detectar agrupamientos de puntos que representan momentos en los cuales el animal estuvo mucho tiempo en un solo lugar”.
Investigar esos agrupamientos de puntos, permitirá saber si el animal se quedó descansando, durmiendo, comiendo o si es una hembra, quizás puede ser el sitio donde tiene la madriguera. Entonces, un técnico de campo —con la ubicación de ese agrupamiento de puntos en su GPS— se acerca hasta el sitio, e investiga si hay una presa muerta que el puma cazó. De ser así, anota qué presa es. “Si nosotros repetimos esto durante mucho tiempo, nos podemos dar una idea de cuál es la dieta de un puma a lo largo de un año”, afirmó Donadío.
El estudio se amplió con otro puma, “Charly”, capturado en diciembre de 2021 en la zona del Cañadón Pinturas, Santa Cruz. Se trata de un macho joven de 3 a 4 años, de unos 58 kilos, que arrojó datos reveladores, que vienen a poner en cuestión algunos preconceptos sobre el comportamiento de esta especie.
Se identificaron 78 agrupamientos de puntos, de las cuales el técnico de campo pudo relevar 67. “Es un montón, estamos hablando de miles de hectáreas”, remarcó Donadío. En esos 67 sitios se encontró que el guanaco es en un 90 % la dieta de Charly. “Lo que queda claro es que no es un puma que sale del área protegida para ir a buscar ovejas a los campos vecinos, que es una de las grandes críticas a las áreas protegidas”.
“Lo que esto nos indica —afirmó el investigador— es que cuando hay presas nativas, los pumas se comen a las presas nativas. Entonces sabemos que para coexistir con la fauna silvestre (sobre todo con un depredador como el puma), es importante mantener cierto número de presas nativas en los campos”.
El relevamiento determinó que Charly tiene un área de acción de unos 352 kilómetros cuadrados y siempre dentro del área de reservas. Hay otros pumas marcados cuya área de acción incluye el parque y una estancia vecina. “Esos son los más críticos a la hora de colectar información sobre el movimiento. Cuando estos pumas están en la parte de su área de acción fuera de la reserva, nos interesa saber qué están haciendo”. Usando esta tecnología se puede evaluar el daño real que causa el puma: si mata un animal en una estancia, el equipo de la Rewilding Argentina puede ir a ver qué cazaron, compartir la información recabada y evaluar acciones de mitigación.
En total, desde el 2019 el equipo científico de Rewilding Argentina pudo colocar collares con GPS a 29 pumas en Parque Patagonia. Este esfuerzo brinda no solo información biológica o ecológica de los animales, sino que es una herramienta que permite un trabajo social: “Se trata de lograr soluciones que no sea la erradicación”.
Una hembra de cóndor
Hace pocos días, un grupo científico que estudia al cóndor andino en la Patagonia Argentina logró incorporar también un equipo de seguimiento satelital a una hembra juvenil. Para ello, desde su residencia en Bariloche debieron trasladarse hasta la zona del Parque Nacional Los Glaciares en la provincia de Santa Cruz.
Según informó el Instituto de Investigaciones en Biología de la Conservación (INIBIOMA), de la Universidad Nacional del Comahue, en ese lugar santacruceño se realizó la captura y toma de muestras anatómicas de un ejemplar juvenil de cóndor hembra y la colocación de un transmisor de GPS EOBs.
Se trata del primer pichón de cóndor marcado en el Parque Nacional Los Glaciares y en la Provincia de Santa Cruz, que generará una información “clave para entender más sobre la ecología, historia natural y conservación del cóndor andino en Sudamérica”.
El equipo de científicos lleva varios años desarrollando este tipo de estudios sobre las diferentes especies de aves autóctonas en nuestra cordillera, especialmente analizando sus desplazamientos, hábitos y amenazas que encuentra en la región. En ese marco, la información que suministrará el ejemplar capturado en Santa Cruz se cotejará con la que ya se tiene de la zona de Río Negro, Neuquén y Chubut, además de otras regiones del país y de América del Sur.
Ballenas con nombre y GPS
Tanto los organismos científicos provinciales como universitarios y organizaciones privadas comenzaron hace unos 20 años con el estudio específico de la especie de ballena franca austral que llega a la región costera para su reproducción. No sólo se trata de un gran atractivo turístico sino que su estudio permite también su conservación y análisis biológico en las aguas argentinas.
Así, especialmente el centro científico chubutense CenPat y el Instituto de Conservación de Ballenas lleva a cabo entre sus estudios la incorporación de diferentes metodologías para realizar sus censos anuales (a través de vuelos periódicos identificando ejemplares), señalizar y nombrar a cada una de las ballenas y también del seguimiento satelital.
El proyecto de utilización de sistemas de información a través de GPS de ballenas francas se inició en 2014 dentro del marco del Plan de Manejo para la Conservación de la Ballena Franca Austral del Atlántico Sudoccidental de la Comisión Ballenera Internacional.
Entre 2014 y 2022 ha permitido conocer las trayectorias de 65 individuos por el litoral marítimo argentino, las rutas migratorias y las áreas de alimentación en el Atlántico sudoccidental y los mares subantárticos. En su séptima temporada (2022-23) se sumaron 22 ballenas más, totalizando 87 ballenas monitoreadas.
De los 22 individuos equipados con seguimiento satelital, Zircón, es un adulto solitario que fue marcado el 9 de septiembre y a diferencia de las madres con cría que permanecen varias semanas dentro del Golfo Nuevo del Chubut, Zircón abandonó rápidamente el área de reproducción con rumbo norte, navegó bordeando la Península Valdés y las costas del Golfo San Matías hasta la desembocadura del Río Negro.
Cruzó la plataforma continental y se aproximó al borde del talud siguiendo la corriente oceánica hasta la latitud aproximada de la Bahía Samborombón. Allí cambió abruptamente su trayectoria y navegó en dirección sur próximo al talud, permaneciendo algún tiempo en la plataforma media al norte del Golfo San Jorge y en el sector del Agujero Azul.
La primera semana de 2023 Zircón pasó a las aguas profundas de la cuenca oceánica y alcanzó el mar de Scotia que atravesó sin detenerse. Describió un gran círculo en sentido horario alrededor de las Islas Orcadas del Sur e incursionó en el antártico mar de Weddell antes de regresar nuevamente al mar de Scotia donde permanece desde hace 6 semanas. Durante los 7 meses de seguimiento, Zircón, la ballena de la temporada que alcanzó la latitud más austral, lleva recorridos 18.300 kilómetros.
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El recorrido de “Paciencia”
Por su parte, el Instituto de Conservación de Ballenas (ICB), informó que durante la temporada 2022 “nos reencontramos con «Paciencia», integrante de una familia de ballenas de la que conocemos 5 generaciones. Paciencia es bisnieta de la ballena n° 71, nieta de Antonia, hija de Docksider y hermana de Espuma. Anteriormente fue registrada cuando se le colocó un dispositivo satelital durante la temporada 2019 del proyecto “Siguiendo Ballenas”.
En 1973, a dos años del inicio del Programa de Investigación Ballena Franca Austral en Península Valdés, provincia de Chubut (Argentina), el Dr. Roger Payne identificó a una ballena que fue incorporada al catálogo de individuos foto-identificados con el N° 71. Dos años más tarde, fue nuevamente reconocida junto a una cría a la que los investigadores nombraron «Antonia». Gracias a la continuidad de los relevamientos aéreos anuales de fotoidentificación que realizamos en forma conjunta con el Ocean Alliance, volvimos a registrar a «Antonia» en diferentes años y sabemos que fue madre de al menos 8 crías. Una de ellas es «Docksider» , la madre de «Paciencia», señaló el ICB.
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«Paciencia» nació en 2008 por lo cual tiene actualmente 15 años. Tiene al menos dos hermanos nacidos en Península Valdés: «Espuma» (1994) y «Luna» (2005). “Es una hembra muy hermosa con un patrón de manchas sobre el lomo muy similar a la de su madre y su hermana Luna”, se indicó.
Agregó el ICB que “cada nuevo registro, además de permitirnos seguir armando el árbol genealógico de familias, aporta información clave para el conocimiento de la biología de esta especie y la dinámica poblacional en Península Valdés”.
La bióloga Camila Muñoz Moreda, del equipo de fotoidentificación del ICB compartió el momento del reencuentro con «Paciencia»: “Desde la playa vimos a lo lejos unos soplos, lo que nos llenó de alegría y emoción porque en esa época del año no se estaban avistando ballenas desde la costa. Nicolás Lewin, investigador del ICB que participa del Proyecto de Fotogrametría, inmediatamente puso a volar el drone para tomar registros fotográficos de estos individuos.
Al observarlos a través de la pantalla, confirmamos que se trataba de dos madres con sus crías, una de ellas morfo-gris. Por la forma particular de la mancha de una de las madres, pensamos que podría ser «Paciencia».
A partir de las fotografías comenzamos la búsqueda en el catálogo de fotoidentificación, para comparar la ballena avistada en el Golfo San José con las imágenes de «Paciencia». Con gran ansiedad por saber si se trataba de la misma ballena, comenzó el “identikit”. Al ir comparando el detalle del patrón de callosidades y de las manchas dorsales entre las fotos del catálogo y las recientemente tomadas, todo iba coincidiendo a la perfección: se trataba de Paciencia acompañada de un nuevo ballenato morfogris. La alegría de estos reencuentros es tan inmensa que lo que uno más quiere es compartirlo con el resto del equipo.
Luego de confirmar la coincidencia, la búsqueda del equipo de foto-identificacion continuó hacia las fotografías del relevamiento aéreo realizado el 31 de agosto y 2 de septiembre de 2022, en el que también se pudo confirmar la presencia de «Paciencia» junto a su cría cercanas a Punta Buenos Aires, en la boca del Golfo San José.
Con este registro se pudo estimar que «Paciencia», la ballena 71/75/87/05 de nuestro catálogo de foto-identificación estuvo, al menos, 82 días en las aguas de Península Valdés”.
Esto representa una excelente noticia manifestó el ICB, “ya que esta hembra de 15 años de edad además de seguir el intervalo normal de parición de 3 años, demuestra que el dispositivo satelital no altera el ciclo reproductivo y que regresan a las aguas de Península Valdés para traer nuevas crías a esta población. Esta información es muy valiosa para el proyecto Siguiendo Ballenas”.