Cada 12 de septiembre se celebra un nuevo aniversario de la ciudad de Neuquén. Permitámonos un viaje en el tiempo para revivir algunos episodios de los que dieron origen a lo que hoy conocemos como la ciudad más poblada de la Patagonia.
La confluencia
En una época en la que la Argentina estaba consolidando su extenso territorio, un pequeño poblado se alzaba como testigo de un cambio trascendental en la región. Para llegar a él, había que cruzar el río Neuquén, ancho y caudaloso, atravesado por un majestuoso puente de siete tramos de hierro, seguido de terraplenes y otros tramos de madera.
El poblado de La Confluencia se destacaba como un centro neurálgico del comercio en gran parte de los territorios nacionales de Río Negro y Neuquén. Recibía cueros, lanas y pieles de la vasta zona circundante, transportados en mulas y caravanas de tropas que llegaban hasta la línea férrea que era punta de rieles.
Sus habitantes eran diversos. Trabajadores del ferrocarril, troperos, estancieros, artesanos y algunos comerciantes que abastecían a quienes se aventuraban hacia el oeste, constituían la mayor parte de la población. Pocas mujeres compartían este rincón remoto del mundo.
Junto al puente, se alzaba la «Buena Vista», una casa de barro y madera, que servía como fonda y establecimiento comercial de ramos generales y hospedaje. La familia que la regentaba, los Dell’Anna, junto con sus empleados, atendían el paso de la balsa que cruzaba el río.
El paisaje que rodeaba La Confluencia era majestuoso y agreste. Una pequeña serranía en el horizonte, que ahora denominamos bardas, marcaba el perfil del valle. Casas dispersas y muy alejadas entre sí, salpicaban la vista. En este escenario, otro río fluía, el Limay.
La vida de esta comunidad estaba marcada por la actividad comercial. La casa de comercio «La Maragata del Neuquén» de Fernández y Carro ofrecía una amplia gama de productos y servicios. Desde alimentos y bebidas hasta sastrería, talabartería y también venta de artículos de hierro. Esta tienda era el corazón del comercio local. Además servía como fonda y paradero para carruajes y animales. Sin dudas, un lugar multifacético que abastecía las necesidades de la región. Sumado a todo esto, el servicio de vaporcitos propiedad del Ferrocarril del Sud, que navegaban las aguas de la confluencia, transportando carga hacia diversos destinos a lo largo del río Limay.
Gestando un plan
El gobernador Carlos Bouquet Roldán asumió su cargo en septiembre de 1903 y pronto comenzó a gestar un plan: trasladar la capital de la gobernación del Neuquén al poblado de La Confluencia.
El proceso de traslado incluyó la donación interesada de un terreno por parte de Casimiro Gómez, un importante propietario de tierras en la zona. El lote se destinaría a la construcción de una nueva comisaría. Este gesto fue un paso crucial hacia la consolidación de La Confluencia como nuevo epicentro de la región.
El gobernador Bouquet Roldán se subió al tren en varios viajes a Buenos Aires para conseguir el apoyo necesario para su plan. En la capital, el proceso de traslado comenzó a tomar forma. El ministro del Interior, Joaquín V. González, estaba directamente involucrado en las discusiones. Al principio todo se demoraba. Bouquet Roldán no desesperó y persistió.
Finalmente, en 1904, se tomaron medidas concretas para decidir la mudanza desde Chos Malal a La Confluencia. Se iniciaron los trabajos de construcción de la nueva comisaría y los planes para la nueva ciudad comenzaron a tomar forma. El cambio era inevitable y el pequeño poblado inició su camino para convertirse en el corazón del Territorio.
Estos cambios vertiginosos marcaron un capítulo importante en la historia de la región, transformando un pequeño asentamiento en un centro vital para el desarrollo de Neuquén y Río Negro. La determinación del gobernador Bouquet Roldán, junto con la «colaboración» de Casimiro Gómez y otros actores clave, allanaron el camino. ¿Qué hubiera pasado si la infraestructura ferroviaria no hubiera estado presente en el lugar?, bueno… Esa es otra Historia.
Renuncias y nombramientos
En los albores del siglo XX, en pleno invierno de 1903, el panorama político y administrativo del Territorio Nacional del Neuquén estaba marcado por una serie de cambios significativos. Mientras el gobernador Juan Ignacio Alsina se tambaleaba agónico, en Buenos Aires se gestaba la transición presidencial. Eran los últimos momentos del segundo mandato del presidente Julio Roca. El ministro del Interior, Joaquín V. González, por su parte preparaba la asunción del nuevo gobernador neuquino, Carlos Bouquet Roldán y del secretario de gobierno, Eduardo Talero. Los destinos del Neuquén se discutían en Buenos Aires.
El 20 de julio de 1903, Juan Ignacio Alsina, el gobernador saliente del Neuquén, se dirigió a la Casa Rosada para presentar su renuncia ante el ministro del Interior, Joaquín V. González. Su redacción había causado cierta controversia debido a la falta de la palabra «indeclinable» que solía acompañar a las renuncias de funcionarios. Esta omisión llevó al diario El País a sugerir que Alsina aún tenía esperanzas de mantener su cargo.
La renuncia de Alsina se produjo en medio de serias denuncias y controversias. González por su parte estaba interesado en encontrar a alguien de confianza y experimentado para suceder a Alsina como gobernador. Es así como Carlos Bouquet Roldán, un abogado, fue elegido para ocupar ese puesto, ya que tenía antecedentes en la función pública y había sido diputado nacional por Córdoba, entre otros cargos. También era conocido por su afinidad a las tertulias literarias, que incluían a varios escritores destacados de la época. Otro miembro de estas tertulias era Eduardo Talero, un poeta colombiano en exilio que había compartido funciones periodísticas con el ministro González. En esos ambientes se conocieron. Dos días después de la renuncia de Alsina, Talero fue nombrado secretario del gobierno del Neuquén.
Este nombramiento fue motivo de polémicas debido a las sátiras políticas escritas por Talero contra el presidente Roca. Por ese motivo estuvo en duda, pero finalmente fue confirmado en el cargo. Se cree que el decreto de su nombramiento podría haberse demorado debido a dicha relación conflictiva con el presidente.
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Preparativos
El fugaz viaje del Gobernador Carlos Bouquet Roldán a Buenos Aires para arreglar los detalles finales de la inauguración de la nueva capital fue corto pero significativo. A su regreso, compartió el trayecto hasta la estación Neuquén con altos funcionarios judiciales del territorio, ya que concluía una feria judicial especial que había obligado la mudanza del juzgado desde la antigua capital Chos Malal. El gobernador descendió en la estación terminal del FC Sud el 31 de agosto de 1904, acompañado por el juez letrado Patricio J. Pardo, el secretario letrado y el oficial de justicia.
El día siguiente, el jueves 1° de setiembre, marcó el inicio de las funciones del nuevo Juzgado, aunque aún faltaba la llegada del fiscal y el defensor de menores. Mientras tanto, en Buenos Aires, el diario La Nación informaba sobre la llegada del gobernador y «la troupe» judicial a Neuquén. El corresponsal describía el entusiasmo local: «El tema obligado aquí (por Neuquén) es el extraordinario y entusiasta preparativo de las fiestas que se organizan para recibir dignamente al ministro del Interior el día 12 entrante».
La comunidad de la región se unió con entusiasmo a los preparativos. Comerciantes y propietarios residentes en la zona fueron invitados a contribuir económicamente a la suscripción popular. El presidente de la República también fue invitado, aunque finalmente no pudo asistir.
La preparación de Neuquén para la inauguración de su nueva capital fue un proceso arduo. Se construyeron calles, entre ellas las diagonales, se estableció un programa de eventos y se formaron comisiones para la organización.
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El alojamiento en la ciudad era escaso y precario, lo que dificultaba la estancia de figuras importantes del gobierno nacional y legislativo. Por ello se tuvieron que utilizar los vagones del ferrocarril como hoteles temporales para todos los invitados que llegaron, de distintos lugares del país, especialmente de Buenos Aires.
Los pobladores rurales se preparaban para los festejos populares, que incluían asados, cuadreras, ejercicios de tiro y regatas de bogadores. Por otra parte, la «generosidad» con sus donaciones al evento de la inauguración de Casimiro Gómez y David Spinetto, interesados directos y dueños de tierras, fue destacada especialmente por los medios de prensa. Otro de los aspectos más destacados de los preparativos fue la construcción del chalet portátil de madera para el gobernador en solo cinco semanas. El mítico Chateau Gris.
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12 de septiembre: La inauguración
El 12 de septiembre de 1904, la jornada comenzó temprano. Apenas unos minutos antes de las 3 de la madrugada, el «tren ministerial» llegó a la estación de Neuquén. La mayoría de los pobladores locales estaban despiertos, acompañando a los funcionarios locales y a la comisión de festejos que se habían congregado en el andén.
La comitiva oficial, encabezada por el ministro del Interior, Joaquín V. González, había viajado durante 53 agotadoras horas desde su partida en Constitución, una travesía que originalmente estaba programada para durar 37 horas según los estándares británicos del Ferrocarril Sud. A pesar de la fatiga, la jornada prometía más eventos festivos y el regreso en tren estaba programado para la tarde del mismo día. Incluso se habían planeado visitas adicionales a Bahía Blanca y Azul en el itinerario del ministro.
El tren ministerial se había agrandado en Bahía Blanca, donde se unieron la banda militar del 2° de infantería y destacados residentes locales. A lo largo del viaje, otras figuras notables se sumaron en las paradas en Choele Choel y Roca.
Una vez que el ministro y su comitiva pisaron el andén, Ángel Ladotanda, un pirotécnico local, disparó fuegos artificiales, marcando el inicio de las festividades.
La llegada de la comitiva oficial se vio seguida de una serie de eventos, que incluyeron visitas a los hornos de ladrillos operados por Domingo Mazzoni y Pascual Claro, así como un almuerzo al aire libre acompañado de música de la banda del 2° de infantería. Se sirvió un festín que incluyó asado con cuero, vino y frutas del valle. Durante este banquete, el abogado español José Bruguera pronunció un discurso bastante obsecuente para con las autoridades.
A medida que avanzaba el día, la comitiva oficial y los lugareños recorrieron la ciudad, visitando lugares emblemáticos como el puente ferroviario sobre el río Neuquén y el Chateau Gris, donde saludaron al gobernador Carlos Bouquet Roldán. La banda militar del 2° de infantería marcó el ritmo de la jornada con sus marchas por las polvorientas y vacías calles recién trazadas, incluyendo las diagonales.
El ministro González pronunció un discurso en el que destacó la importancia de la nueva capital en el futuro de la región y mencionó la inevitable creación de una nueva provincia con Bahía Blanca como su cabecera. Este discurso, que incluyó referencias masónicas, fue ampliamente difundido.
La jornada también incluyó la entrega de medallas en honor a la ocasión y corridas de sortija como parte de las festividades. A medida que avanzaba la tarde, la comitiva oficial y los pobladores se dirigieron nuevamente a la estación de tren, donde el ministro se reunió con los residentes locales y escuchó sus peticiones, incluyendo la solicitud de un canal de riego.
Finalmente, a las 7 de la tarde, el tren partió de regreso en medio de aclamaciones populares, marcando el final de un día histórico en la nueva capital del Neuquén, simbolizando un nuevo comienzo, con la promesa de crecimiento y desarrollo en el horizonte. El optimismo reinaba y la ciudad recién nacida comenzaba a tomar forma.
Adelanto de próximo libro del autor: Esa es otra historia