Después de cinco o seis meses en las alturas de la cordillera del norte neuquino, los arreos de un millón de animales bajan a sus viviendas habituales, en lo que se llama el fin de la “veranada” y el inicio de la “invernada”.
Desde octubre-noviembre y hasta marzo, pocos animales quedan en los valles bajos del norte neuquino. Familias enteras permanecen durante esos cinco o seis meses en las alturas de la cordillera, buscando aprovechar el alimento de los pastos frescos que dejó la nieve. Tras la “veranada”, comienzan en estos días a volver a sus hogares permanentes para enfrentar los que serán los meses más duros para crianceros y animales en el norte neuquino.
La trashumancia, ese tránsito anual y ancestral que tiene la ganadería en la punta norte del Neuquén, se puede ver en estos días en los caminos y rutas que ellos mismos han trazado para los arreos.
Y, como en la época de primavera, en el otoño no es fácil la relación de los trashumantes con el tránsito vehicular, por lo que se insiste en respetar esa práctica, aguardar el paso del rebaño, no tocar bocina y disfrutar del hábito productivo que identifica en el mundo y de los paisajes que muestran ahora los colores ocres del otoño.
Se estima que casi un millón de animales forman parte de la trashumancia en Neuquén, de acuerdo con datos proporcionados por los organismos oficiales, que pertenecen a unos 1300 productores. Históricamente, los arreos tienen diferente duración, tanto sea en la veranada como en la invernada. En las zonas no tan altas del norte neuquino (desde Chos Malal a Loncopué) comienzan antes que en el llamado Alto Neuquén (desde Andacollo a Manzano Amargo), mientras que los regresos también son escalonados.
Para la práctica de la trashumancia cada una de las familias tiene el recorrido ancestral a través de las huellas que realizaron sus antepasados, con paradas y refugios que van quedando de un año para otro. Aquí y en otros lugares del mundo donde también se realiza la trashumancia, esas huellas históricas sirvieron para el trazado de caminos o rutas, por lo que comenzó el conflicto con el tránsito vehicular, si bien existe la legislación de respeto a esos trazados trashumantes históricos.
El tránsito hacia las alturas y el regreso a sus hogares permanentes, además del arreo incluye vehículos (camionetas) que permiten transportar mercadería y enseres para esa permanencia de cinco o seis meses en las alturas de la cordillera neuquina. Además de los avances en el trazado de caminos y rutas, en algunos casos (muy pocos) también la tecnología actual de comunicaciones permite tener noticias de quienes realizan esta práctica productiva, durante su estadía en la veranada, algo que antes era impensado.
Otro de los conflictos que emergen en los últimos años es el daño que en algunos casos se realiza de esos refugios precarios que utilizan en la trashumancia, vinculados según los crianceros a turistas o vecinos que utilizan esos lugares y los destruyen.
Y para abundar en esta práctica, vamos a dejar dos entrevistas que realizamos: una al comunicador Juan Rubilar (aquí se puede ver la nota), que acompañó el arreo de fin de la veranada, y otro al cineasta “Tato” Moreno, que realizó un documental sobre la trashumancia en el sur mendocino y luego un encuentro en Madrid entre trashumantes que pasearon sus ovejas por las céntricas calles de la capital española (aquí se puede leer la nota completa).