La ciencia abordó uno de los aspectos menos conocidos de las llamadas “cachañas” y la reproducción del árbol milenario que identifica a la cordillera neuquina.
Una de las revistas internacionales de mayor seriedad científica habló de nuestras araucarias patagónicas y especialmente sobre la relación que tienen las cotorras en su reproducción. En varios idiomas se puede leer la investigación que realizó un equipo científico radicado en Bariloche. Así, la relación oculta entre el ave y el árbol quedó al descubierto, ratificando también saberes populares de quienes tienen su origen en la cordillera neuquina.
En estos días hemos publicado dos notas sobre diarios de viaje de conquistadores o exploradores realizados hace 400 años a nuestra región y en ellos, la emocionante descripción de cómo los habitantes originarios tenían centrada su alimentación en los piñones. Ese fruto del pehuén o la araucaria era consumido en forma directa, a través de su pulverización y conformación de harina o era base de bebidas, además de ser conservado en silos subterráneos durante varios años. Su recolección era un momento especial prioritario en la vida de aquellos pehuenches de hace 300 y 400 años, a ambos lados de la actual cordillera de Los Andes.
Ese consumo del fruto de las araucarias, además de ser parte de la vida de los pobladores es fundamental para la reproducción de las especies milenarias. Lo que comenzó a afectar ese repoblamiento no fue la naturaleza sino el ser humano que avanzó en talas y desmontes, pero especialmente porque saqueó el fruto de las mismas, afectando esa cadena natural de reproducción de las araucarias.
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Cuando se advirtió que ese natural ritmo de reproducción fue afectado, hombres y mujeres de la ciencia comenzaron a realizar diagnósticos, estudios y advertencias sobre el peligro que asoma cuando no se realizan controles de esa materia prima para el nacimiento de los nuevos árboles. De esta manera, entre las influencias positivas para la reproducción del pehuén apareció un ave que también suele consumir el piñón y esparcirlo por el suelo.
Qué hacen las cotorras
Un equipo de ciencia del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente del Conicet y la Universidad del Comahue (con asiento en Bariloche) es el responsable de ese trabajo publicado en la revista internacional “Royal Society Open Science”. Con la firma de Karina Speziale y Sergio Lambertucci y la colaboración de Marcelo Aizen y Gabriela Gleiser, del grupo de Polinización de ese Instituto, se informó la base científica de cómo favorece la popular “cachaña” en preservar la vida futura de la araucaria.
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Al analizar el comportamiento de la cotorra, el grupo de biología descubrió que ese pájaro come los piñones del pehuén sólo en parte y luego lo desechan. Ese deterioro parcial del fruto sería “providencial” para mantener y aumentar la población de la especie arbórea, ya que también es desechado por las personas que cosechan el piñón desde el suelo, al preferirlo entero y no dañado.
Otro de los temas centrales del trabajo presentado a nivel internacional es que el ave “favorece de hecho la polinización y la dispersión de las semillas de araucarias”.
El estudio logró demostrar las particularidades y la importancia de la “interacción” entre las cachañas y el árbol milenario, que es característico de la zona andina septentrional y tiene categoría de especie “amenazada” en el catálogo de la Unión para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
“El bosque de araucaria tiene mayor chance de mantenerse, generar árboles jóvenes y a mayor distancia del ‘árbol madre’ gracias a la cachaña”, se explicó.
Desde hace años los biólogos buscan las mejores estrategias para preservar la araucaria, que sufre diversos perjuicios derivados de los incendios, la tala ilegal y la presión de especies introducidas como el jabalí, el ciervo y la liebre europea.
El Estado provincial neuquino también salió a preservar a las araucarias determinando requisitos y cantidades para la recolección de piñones, aunque su vigilancia muchas veces es deficiente por la cantidad de gente que en la época de otoño avanza en la cosecha en las zonas cordilleranas.
A partir de ahora, además del control de la recolección por parte de las personas también se favorecerá que aquellos frutos dañados sean dejados en el lugar, porque de acuerdo con esta investigación, mantienen su poder de germinación y terminan favoreciendo a la conservación de los bosques nativos.