Lo manejó un Veterano de Guerra que luego fue piloto de uno de los aviones más importantes de la Argentina. Durante años, la aeronave fue motivo de comentarios y hazañas que lo transformaron en una leyenda urbana. Mirá la entrevista sobre lo que realmente pasó.
Sobre su estructura accidentada, de hierro y horas de vuelo, se sacaron miles de fotos las personas que llegaba al camping Municipal de San Julián, en la costa de Santa Cruz. En cada uno de los registros, tras las caras sonrientes del recuerdo de ese momento, se tejieron mil historias y leyendas sobre el T-28 matrícula 3-A-224 de la Armada Argentina.
Aquel avión North American T-28 Trojan, aeronave de entrenamiento y avanzado y ataque liviano, había participado –en el imaginario de quienes estaban a su lado- de las batallas aéreas más épicas en la guerra por la recuperación de nuestras Islas Malvinas, en ataques a buques pesqueros extranjeros y en cientos de vuelos temerarios que mostraban el coraje y audacia de pilotos superdotados. Pero nada de eso tenía una respuesta concreta y cierta.
En nuestro ciclo de Fotos con Historia, hablamos hace unos años con quien fue el piloto de este avión y allí surgió la verdad. El Cap. de Navío (RE) VGM Alejandro Francisco nos recibió en su casa a través del teléfono y sonrió cuando rememoramos las historias que se habían construido en torno a la aeronave. Es más, contó que había estado hacía muy poco en el lugar y pudo recordar los momentos que vivió cuando lo manejaba por los cielos de la Argentina.
“La llegada de ese avión a San Julián es producto de un accidente que tuve yo el 30 de noviembre de 1970”, contó Francisco y recordó que ese año “había egresado de la Escuela de Aviación Naval en el mes de marzo” y fue comisionado a la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Ataque en la Base Comandante Espora”.
En esa escuadrilla “se daban los primeros pasos en lo que era la orientación de ataque“, señaló el aviador. En esos vuelos de entrenamiento, además del aprendizaje sobre el equipamiento armamentístico de los aviones, también se practicaban los vuelos a baja altura, orientación en los ataques, vuelos en formación y en la flota argentina, ya que los T-28 formaban parte de las escuadrillas que navegaban en el portaaviones 25 de Mayo que en ese momento estaba en servicio.
En esa etapa de formación, en el mes de noviembre de 1970, la escuadrilla embarcaría en el portaaviones desde Río Gallegos. En la mañana del 30 de ese mes, tres aviones partieron desde la Base Espora, primero a Puerto Madryn, luego a Comodoro Rivadavia. Al salir hacia Río Gallegos, Francisco con su avión encabezaba la formación de las tres aeronaves.
“Cuando estábamos pasando el lateral de San Julián, se produce un ruido típico de aceleración de revoluciones, la hélice ´se dispara´, se llena la cabina de humo, se encienden las luces de alarma, de presencia de viruta en el aceite, es decir todo lo que indicaba una emergencia importante en el motor. Para no agravar la situación, lo que hice fue cortar el combustible, le avisé al mecánico que venía conmigo y le digo que haremos un aterrizaje de emergencia. Busco algún lugar apto para poder hacer un aterrizaje con la panza, sin bajar las ruedas, como indican los protocolos de emergencia».
«La suerte que yo tuve -dice Francisco- fue encontrar lo que parecía el lecho de una salina seca, asique planeando sin motor, me dirigí a ese lugar para realizar el aterrizaje de emergencia. Era un día muy soleado, casi sin vientos, algo no muy típico de esa zona. Fue un descenso suave que se alteró todo un poco cuando la hélice empezó a tocar contra el terreno, pero habremos corrido unos 150/200 metros hasta que paró, bajamos inmediatamente por si se prendía fuego, pero no pasó nada. Al rato vuelvo a la cabina, a través de la radio me comunico con los otros dos aviones de que todo estaba bien, ellos siguieron a Río Gallegos».
A mediatarde, en medio de la nada, «pensé que deberíamos pasar la noche en el avión, envueltos en los paracaídas. Pero la solución llegó a la media hora, cuando se aproximó un helicóptero que fue avisado del accidente y partió desde el portaaviones que navegaba próximo a San Julián. Desde el lugar los trasladaron hasta Puerto Santa Cruz y desde allí arribamos una hora después de lo previsto en Río Gallegos. El resto de la historia de este avión la encontrás en el contenido del video con la entrevista que realizamos.
El Veterano de Guerra de Malvinas Alejandro Francisco Fuerza fue quien comandó la misión conjunta aeronaval al mando de uno de los aviones Super Étendard, que bombardeó al portaaciones británico Invencible, pero esa será otra entrega de Fotos con Historia. ¡Hasta la próxima!
Ese avión T 28 primero estuvo en Comandante Luis Piedra Buena más precisamente en la Estación Aeronaval Comandante Luis Piedra Buena donde mi padre Juan Carlos Cumar fue el encargado de dicho aeródromo y por más de 40 años.
Como todavía no se le sabia un destino se permitió desmantelar distintas piezas y repuestos que podrían servir para otra aeronave de iguales características, tal es así que se rescataron por ejemplo las 2 ametralladoras de calibre 12,7 que estaban ubicadas bajo sus alas y en estado impecable, incluso sus cañones estaban protegidos con ambos tapones plásticos color rojo.
Esas ametralladoras y algunas otras piezas pasado el tiempo fueron entregadas al capitán de corbeta Jorge Livraghi que era uno de los responsables por poco tiempo de la Base Aeronaval Río Gallegos, entre esos desarme nunca olvidaré la de una bomba eléctrica con su engranaje rector roto y que seguramente fue el motivo de que dicho motor se haya encontrado sin presión de aceite ((primeramente pensamos que podría tratarse de una bomba de combustible). Todavía conservo alguna foto de dicha aeronave de combate tomada durante su estadía en dicho aeródromo. Solo 2 años después me tocó hacer el servicio militar en la Base Aeronaval de Río Grande donde Jorge Livraghi era su comandante y Carlos Molteni era segundo jefe. Hermosos recuerdos que jamás olvidaré.
Muchas gracias por este aporte, Hugo!