La cadena de mandos, las órdenes, la orden autoritaria hacia la policía que hizo el poder político, todo quedó en evidencia en los testimonios sobre cómo fue el operativo donde murió el maestro Carlos Fuentealba.
La violencia como herramienta de disciplina de la sociedad y en especial para resolver los conflictos sociales fue el marco que dio el gobierno de Jorge Sobisch para que la policía asesinara a un maestro en plena ruta 22. Es decir: en lugar del diálogo (como lo exige la democracia y lo han hecho gobiernos anteriores y posteriores con los gremios), en lugar de acercamiento de partes a través de la negociación, la orden y el escarmiento de la pólvora.
Y esa herramienta de la actitud cerrada y violenta de un gobernador, tiene un discípulo (la policía o las fuerzas de seguridad en general) que no siempre tiene en claro los límites. “Metele bala que hay banca desde arriba”, es la frase que era moneda corriente entre los efectivos que sentían que el gatillo de sus armas se disparaba en beneplácito de un perfil político avalado por el voto popular.
Correr a escopetazos a docentes por el medio del campo aledaño a la estación de servicio de Arroyito, en la ruta 22, es una escena que no se puede negar y que no tuvo otras muertes quizá por la mala puntería de esas armas, pero que tuvo esa intención. “Correlos de ahí, bajalos”, eran los gritos de quienes tenían jerarquía en el operativo de desalojo de los maestros y maestras que cortaban la ruta. Y no sólo se corrió a escopetazos a los docentes por el medio del campo, los móviles y blindados policiales cercaron a los vehículos que ya se desplazaban por la ruta, hasta pegar el escopetazo a cinco o seis metros tras la luneta de un Fiat 147 donde perdió la vida Carlos Fuentealba. El escenario de descontrol y balacera estatal no fue producto de una emoción violenta por parte de quienes conformaban el operativo policial, era la fiesta represiva que daba una alegría al gobernador y la posibilidad de recibir halagos y condecoraciones por esos tiros a mansalva.
Este es el mapa de ruta represivo que quedó en evidencia en las ocho jornadas iniciales de testigos que presentó esta causa, llamada por el gremio Aten y los medios de comunicación como “Fuentealba II”, ya que en la primera se condenó al efectivo Darío Poblete, autor de esos disparos criminales, bajo el cargo de homicidio calificado con alevosía.
El entonces gobernador Jorge Omar Sobisch también figuró entre los 34 testigos que desfilaron por la sala de audiencias, con una actitud que estuvo muy lejos de aquel envalentonado jefe de gobierno que disparaba munición discursiva para avalar el empleo de la fuerza y al terminar, saludó a quienes fueron sus herramientas disciplinarias.
Durante este lunes y martes se realizarán los alegatos del fiscal jefe Maximiliano Breide Obeid, de la querella que representa a Sandra Rodríguez y sus hijas Camila y Ariadna a través de los Dres. Marcelo Medrano y Ricardo Mendaña y también de la defensa ejercida por el Dr. Gustavo Lucero, del exjefe de la policía de Neuquén Carlos Zalazar, el exsubjefe Moisés Soto, el exsuperintendente de Seguridad Metropolitana Adolfo Soto, el exjefe del Departamento de Seguridad Metropolitana Jorge Garrido, el exdirector de Seguridad Mario Rinzafri y los policías Aquiles González, Julio César Lincoleo y Benito Matus.
El tribunal está integrado por los jueves Luis Giorgetti, Diego Chavarría Ruiz y Raúl Aufranc.
Como sucede desde el 1 de marzo cuando comenzó el juicio, la directiva provincial del gremio Aten desarrollará una serie de actividades en las afueras del edificio judicial en una carpa montada al efecto. Allí se llevaron a cabo disertaciones a través de la Escuela de Formación Carlos Fuentealba y también se registró la visita y solidaridad de gremios docentes de la Patagonia y el resto del país, además de directivos de la entidad madre Ctera.
El veredicto de este juicio se conocerá esta semana.
Carlos Fuentealba presente! Juicio y castigo a Sobich