En uno de ellos se halló un trozo de red. También se detectó la presencia de microplásticos en róbalos. Qué sucede.
El análisis de las vísceras de pejerreyes y róbalos determinó la presencia de plásticos en el contenido estomacal y esto significa un alerta máxima sobre la contaminación a la que están expuestos los peces de la zona de San Antonio Oeste, Río Negro. Esas vísceras son eliminadas cuando esos peces se transforman en alimento humano, aunque aún restan estudios sobre esa incorporación de microplásticos en las fibras de los pescados, que es el bocado gastronómico de muchas personas. Ambas especies son popularmente pescadas desde las orillas del mar y también a través de la pesca comercial.
La biólogaShirley Mendozaes Licenciada en Biología Marina con orientación en Manejo y Conservación de Ecosistemas Marinos y forma parte del equipo de ciencia de la Universidad Nacional del Comahue con asiento en esa ciudad rionegrina. Ella junto a su grupo de investigación fue quien alertó sobre la posibilidad de que estos microplásticos hallados estén también en las fibras de los pescados.

“Si está en el estómago, es muy probable que el plástico esté en la carne que consumimos”, alertó. Ese traslado desde las vísceras de los peces a la parte comestible aún no tiene registros en la ciencia mundial, aclaró.

“Hasta ahora, a nivel mundial, hay pocas investigaciones sobre el tema, porque esta contaminación se está estudiando recién hace 3 o 4 años, explicó la bióloga. Lo cierto es que las personas podemos inhalar o consumir los microplásticos, y por lo que se estudió provocan problemas gastrointestinales y reproductivos, cáncer y abortos en embarazadas. También se detectaron trastornos a nivel hormonal, y se presume que las mujeres se verían más perjudicadas que los varones” detalló en declaraciones al diario Río Negro.
En la entrevista con medio rionegrino señaló Mendoza que “se determinó que los peces pueden experimentar una falsa saciedad, y ese impulso de alimentación disminuido puede ocasionar la muerte por inanición. O que no alcancen una talla comercial (el tamaño requerido para la venta). También puede afectar su función motora debido a lesiones internas, o pueden desarrollar tumores”.
El hallazgo demuestra además que la contaminación plástica es un problema instalado en ese brazo de mar sanantoniense. E incluso determina el alcance que tendría, porque los dos peces estudiados tienen comportamientos diferentes. Uno de ellos, el pejerrey, tiene hábitos alimenticios costeros, mientras que el róbalo come en el fondo marino.
“Eso significa que los plásticos están contaminando tanto la costa como las profundidades de la ría, y también nos habla de los distintos tipos que están disponibles. En la orilla están los de menor densidad, que flotan, y en el interior los más pesados, que se precipitan. Así que puede inferirse que no sólo es grande el alcance de la contaminación, sino que hay diferentes tipos de desechos afectando la ría” detalló Mendoza.
“En realidad, en las playas de San Antonio los desechos pesqueros son la principal fuente de contaminación plástica. Desde redes hasta cabos (trenzados de hilos plásticos), cajones enteros o restos, y botellas con cabos atados que se utilizan como boyas” enumeró.