La tortura no le llegó al músculo de pensar, estudiar y hacer, aunque le llevó la audición y parte de su salud. Los compromisos con la vida y la educación lo han dejado repartido en miles por la Patagonia.
“Sin embargo estoy aquí, resucitando”, como la cigarra, Nano Balbo ha quedado en miles de personas que aprendieron a leer y escribir en la cordillera neuquina, en quienes tuvieron el placer de que les explotara la cabeza por sus reflexiones sobre la educación popular, en quienes acompañaron su trayecto de compromiso con los derechos humanos. Ha quedado aquí, en esa canción que canta en cualquier momento un maestro, una maestra, un Marcelo Guagliardo, un Pedro Vanrell, una Alejandra Martínez, una familia Dinamarca o Huenten, un gremio Aten y tanta cantidad de personas que se sacan el sombrero o la boina ante su muerte, ante su vida.
Ese gesto que hace ahora esa pareja de paisanos que aprendió a leer y escribir en Huncal (plena cordillera neuquina, arriba de Loncopué) no es de despedida, es de tomar lo que ha quedado sin cuerpo para seguir multiplicando el aprendizaje permanente, el saber por dónde sale el sol en el pensamiento liberador.
“Un viento calmo” dice el maestro y poeta Rafael Urretabizkaya que al momento de partir Nano está en Corrientes, pescando palabras de Ramón Ayala.
El escritor Guillermo Saccomano, que lo conoció de colimba en el 69 y después lo encontró tras el secuestro y la tortura en la cárcel de Rawson, publicó el libro “Un maestro. Una historia de lucha, una lección de vida”, adonde está también el Nano “resucitando” en el sentido de la cigarra, “cantando al sol”.
El que tantas veces mataron, el que llegó a vivir y trabajar en la biblioteca de El Vaticano gracias a la gestión del Monse (el obispo Jaime De Nevares) se quedó sin audición, se quedó sin los achaques y ahora se sacó de encima el cuerpo para ser palabra, pensamiento y acción de por vida. Con dolor para quienes anduvieron con él saliendo de abajo de la tierra, cantando al sol, después de tantas muertes.
En ese libro y en otros y en charlas y en acciones y en recuerdos, andará el Nano Balbo abriendo cielos, miradas, posturas que no permiten morir ni desaparecer.
Aquí dejamos una profunda reseña de Osvaldo Nano Balbo, escrita por Cinthia Wanschelbaum para el sitio SciELo