La tendencia de que 7 de cada 10 personas con empleo debe más de lo que gana sigue marcando a fuego la economía familiar en la región. Pagar el mínimo de las tarjetas de crédito, con retrasos o pedir préstamos para saldar deudas es el común denominador.
Las encuestadoras más serias de la Argentina siguen marcando la tendencia en alza de las deudas que ahogan a las familias en el país, al tiempo que una mirada fugaz por los bolsillos patagónicos desnuda cómo se evaporan los ingresos a los pocos días de cobrar. La correlación entre el costo de vida más alto en la región sur que en el resto del país y los salarios que se abonan (engrosados en algunos casos por la llamada “zona desfavorable”), está subida a una velocidad que no lleva a buen destino. Es que, como alegan los dirigentes sindicales patagónicos, “los precios de la mercadería, los valores de los servicios y los costos de la vida cotidiana van por una autopista y los salarios por un camino de ripio”.
Los índices de inflación de los últimos catorce meses en la Argentina son unos en la publicación oficial del INDEC, otros de los organismos provinciales patagónicos y también dista de sostenida por el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (Isepci), relacionada con mediciones de organizaciones sociales. En todos los casos, lo de Nación, lo de Provincia y lo del Isepci, no hay una relación con lo que se percibe a diario al recorrer las góndolas de los hipermercados o al sumar las compras diarias en el barrio.
Una consulta a las dependencias de Recursos Humanos tanto del estado provincial como de empresas privadas, muestra cómo se evaporan por compromisos o costos fijos los salarios mensuales. A esa mirada se le puede sumar la de las largas colas en los locales donde empresas financieras otorgan pequeños préstamos personales, orientados en su totalidad a pagar deudas o realizar compras de alimentos.
En la Argentina –y especialmente en las ciudades más importantes de la Patagonia– siete de cada diez personas deben más de lo que ganan, de acuerdo con estudios que se realizan en el país e incluyen a la región. La situación se agrava mes a mes en la Argentina por un lado por la espiral inflacionaria, pero también por las ofertas que se realizan de pagos en cuotas de productos y mercadería. En estas horas, la modalidad de ventas por internet o Hot Sale muestra la masividad tanto de ofertas como de transacciones. Se multiplica el pedido de préstamos personales para pagar el saldo de la tarjeta de crédito. Es decir: endeudarse para pagar deudas.
El pago del mínimo estipulado en el monto de las tarjetas de crédito es una muestra de la inercia ya detectada en los estudios del año pasado. A esta posibilidad de pago incompleto de lo adeudado en una tarjeta de crédito, se le agrega el ahogo que significa la aplicación de los intereses que cada empresa aplica para los pagos ya vencidos.
Sólo algunos segmentos de empleo en la Patagonia siguen un poco más de cerca a la espiral inflacionaria nacional, en especial los estatales (docentes y empleados públicos) de Neuquén (acordaron hace unos días una cláusula gatillo donde se promedia el índice nacional con el neuquino y se abona cada dos meses), los trabajadores del petróleo y gas, el sector de la minería y algunos otros que tratan de amortiguar en las paritarias este desfasaje (comercio, bancarios, gastronómicos, entre otros).
Sin referencia en los precios
Pero además, lo que se observa en las grandes ciudades de la Patagonia (especialmente en el Alto Valle, Bariloche, Viedma, Comodoro Rivadavia, Trelew-Rawson, Río Gallegos y Ushuaia) es la ruptura en la uniformidad de precios de un mismo producto. De esta manera, una mercadería de igual marca puede tener diferencias de hasta un 40 por ciento entre un comercio y otro de la misma ciudad.
La irrupción de las grandes cadenas de hipermercados en la década del 90 en las grandes ciudades fue antecedida de una promesa: servirían para regular los precios que los comercios minoristas ponían a discreción.
Esto no sucede ya que un mismo artículo tiene diferencia de precios entre las sucursales de la misma empresa supermercadista, sea que está ubicada en el centro de la ciudad o en la periferia. Mucho más notable es la diferencia, como se indicó antes, entre comercios que ofrecen el mismo producto en diferentes puntos de la ciudad.
¿Qué dicen los comerciantes? En general se alega que desde hace al menos cinco años no hay un valor de referencia en los proveedores, por lo que deben resguardar los valores de sus mercaderías con la aplicación de aumentos para luego poder reponer. En algunos casos, porque el valor se referencia con la cotización del dólar, en otros por la incidencia del precio de los combustibles en los largos fletes que demanda la distancia a la Patagonia, en otros por la afectación de situaciones climáticas como inundaciones, sequía, etc. Lo cierto es que en el mostrador o en la góndola, los valores a pagar por determinado producto siempre son una sorpresa.
El consumo masivo se orienta cada vez más a los productos llamados de “segunda marca” o los propios de las cadenas supermercadistas, según indican quienes analizan el mercado. El costo de la canasta básica alimentaria no siempre es cubierto por el total del salario, por lo que el resto de los compromisos quedan a la intemperie.